No es el gaucho de la pampa
ni el "cow boy" de la pradera,
ni es el huaso, ni es el charro,
el ovejero de mi tierra.
Es el símbolo viviente
del empuje y la paciencia,
frente al viento que lo curte
y al silecio que lo aprieta.
Va clavado en su caballo,
tranco a tranco, legua a legua,
con la voz guardada adentro
y la vista siempre alerta.